Alimentación durante la lactancia
Durante la lactancia es necesario llevar una dieta equilibrada para obtener los nutrientes requeridos y cubrir las necesidades nutricionales de la madre, ya que se ven aumentados por el gasto que significa la producción de leche.
Una dieta acorde a estas necesidades se basa en proteínas, frutas, verduras, cereales, grasas, vitaminas, minerales (como hierro, calcio y ácido fólico) y mucho líquido.
Las comidas deberían dosificarse en cuatro importantes y una o dos más livianas, ya que se obtiene una mejor digestión si se come poco, pero varias veces al día.
Algunas personas creen que hay que tomar mucha leche para poder proveérsela al bebé. No es así. Los especialistas dicen que no son necesarios más de tres cuartos de litro (3 vasos grandes), o tres a cuatro porciones de alguno de sus derivados: queso, quesillo, helado o yogurt.
Pero sí hay que ingerir alimentos que tengan calcio, elemento indispensable para el desarrollo óseo y no disminuir los depósitos de calcio materno. Si no se obtiene de un lácteo, puede ser -aunque en menor cantidad- de vegetales verde oscuro o frutos secos.
Con respecto a la ingesta de agua, es necesario tomar bastante, porque la leche materna está compuesta en un 90% por agua y hay que recuperar lo perdido después del amamantamiento, tomando al menos un vaso de agua. Se recomienda beber, como mínimo, dos litros al día, pero sólo de agua, no reemplazarlo con jugos, bebidas ni infusiones.
Asimismo, hay que disminuir el consumo de sal, porque así se retiene menos líquido, lo que disminuye el edema, principalmente de los pies.
Hay algunos alimentos que se componen de sustancias volátiles muy fuertes que cambian el sabor de la leche. No son malos para el niño ni cambian la composición o cualidades de este alimento, pero si se abusa de su consumo pueden modificar el gusto.
Algunos de estos alimentos son los espárragos, el apio, la alcachofa, el repollo, la coliflor, la cebolla, el ajo y los condimentos, entre otros.
Sin embargo, si después de haber comido alguno de estos alimentos, el niño rechaza el amamantamiento, vomita o le dan cólicos, es recomendable dejar de ingerirlo. Rápidamente, la madre podrá identificar qué le desagrada o cae mal a su hijo.
Una de las cosas que sí se traspasa de la madre al hijo durante el amamantamiento, son las grasas. Se sabe que la cantidad de ácidos grasos de la leche refleja fielmente los consumidos por la madre. Considerando esto, se recomienda comer menos frituras y grasas de carnes rojas, y más de pescados y vegetales, porque son más sanos.
'El gasto energético para mantener la producción láctea normal es de, aproximadamente, 700 calorías, lo que permite que el peso extra ganado durante el embarazo se pierda después del parto y durante la lactancia, siempre y cuando se mantenga una dieta equilibrada', dice Paula Alarcón, enfermera de la Clínica de Apoyo a la Lactancia de Clínica Alemana.
Por eso, quienes quieran adelgazar no deben hacer dietas hipocalóricas ni saltarse comidas, sino seguir comiendo de todo, incluso grasas, pero de manera moderada. Aunque sí hay que evitar embutidos y dulces, que no aportan nutrientes.
Asimismo, el consumo de proteínas -necesarias para el desarrollo de todos los tejidos- debe aumentar, pero es mejor obtenerlas de legumbres, pescados, aves (sin cuero), huevos y lácteos, y no de carnes grasas como el vacuno o el cordero. Lo ideal es consumir una porción en cada comida.
También es necesario aumentar la cantidad de alimentos ricos en hidratos de carbono, como cereales, pastas, masas y legumbres, pero siempre que sea la cantidad justa, 'como una taza de cereales o dos rebanadas de pan integral en el desayuno y una porción de arroz, pastas o papas en el almuerzo o comida, además de los que se encuentran en lácteos, verduras y frutas. Para ser más exactos, hay que conocer las características de cada madre', explica la doctora Karen Salvo, nutrióloga de Clínica Alemana.
La fibra de los cereales, las frutas y las verduras ayudan a evitar el estreñimiento. Con tres raciones de verduras, tres o cuatro frutas y un par de tazas de cereales es suficiente para además, obtener la cantidad necesaria de betacaroteno, vitamina C y ácido fólico.
Para conseguirlo, hay que repartir su ingesta durante el día. Por ejemplo, tomando un jugo de frutas en el desayuno, una fruta a media mañana, abundantes verduras en el almuerzo y comida, para terminar con frutas como postre.
Tomando en cuenta esta información, se pueden obtener los nutrientes necesarios tanto para la madre como el niño, sin ganar kilos de más que impidan recuperar la figura perdida durante el embarazo.
Qué alimentos hay que evitar
Las bebidas gaseosas, el repollo, las legumbres y otros alimentos con hollejo podrían producir gases. Si bien pueden ser flatulentos y molestos para la madre, no tienen incidencia en el bebé, ya que se producen en el sistema digestivo materno y no se traspasan a la leche, aunque pueden cambiar el sabor. Cada mujer debe evaluar la tolerancia a estos alimentos -incluso desde antes del embarazo- y de acuerdo a eso agregarlos o quitarlos de la dieta.
Asimismo, si se sospecha que el niño presenta algún malestar posterior al amamantamiento por un alimento específico, se recomienda consultar al pediatra y evitar esa comida por un tiempo, sobre todo si hay antecedentes familiares de alergias a ese alimento en particular. Esto puede pasar, por ejemplo, con las nueces, el maní, los lácteos y el huevo, y generalmente, es por algo ingerido entre dos a seis horas antes.
No se deben consumir medicamentos que no estén autorizados por el médico tratante.
Tampoco hay que abusar de la cafeína -contenida en el café, algunas bebidas gaseosas y ciertos remedios-. Más de tres o cuatro tazas al día producen intranquilidad e insomnio. Además, estos productos son diuréticos, es decir, ayudan a eliminar líquido, lo que impediría conservar hidratado el cuerpo para producir leche.
Por su parte, el tabaco reduce la cantidad de leche y se traspasa a ésta, al igual que el alcohol, que en exceso, hace que los niños se queden dormidos y no alcancen a tomar lo suficiente.
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